Un equipo mixto de diez personas de Dnota Medio Ambiente se encarga de censar las poblaciones de los cauces gallegos «Artículo publicado en La Voz de Galicia»

Hulius -con h aspirada -vive en Galicia, igual que Antonio e Irene. Todos ellos son habitantes de los ríos gallegos, una población que durante los últimos meses han estado censando técnicos de la empresa Dnota Medio Ambiente, con delegación en Cambre, a la que la Dirección Xeral de Patrimonio Natural ha encargado el recuento de las especies piscícolas de los cauces fluviales de la comunidad y, de paso, la caracterización de sus aguas y el entorno. El equipo -Aitor, Alfonso, Elisa, Fernando, Irene, Jesús, Jorge, Julio, Quique y Rubén, repartidos en dos grupos de cinco -ha vadeado el Miño y el Sil, pero también el Eume, el Támoga, el Mandeo…  En total, 124 ríos (72 en el área norte y 52 en el sur).

A punto de finalizar los trabajos, el lunes tocó de nuevo el río Mero. Esta vez en un tramo en el que es difícil saber si se está en Betanzos o en Abegondo, más arriba del embalse de Cecebre. Allí, en un entorno dominado por ameneiros, salgueiros, fresnos y una alta planta de lúpulo ventureira, los técnicos se entregan a la misma rutina que antes han aplicado en otros 280 puntos. Lo primero, acotar la zona de trabajo. Unas redes dispuestas de una a otra orilla río arriba y río abajo marcan el área que van a explorar. Y a continuación, a buscar peces. Quizás más de uno se lleve las manos a la cabeza al saber que para capturarlos se emplea electricidad. Sí, la controvertida pesca eléctrica, autorizada para este fin, que no es precisamente llenar la cesta de truchas, sino conocer la abundancia, variedad y salud de los recursos ictiológicos gallegos. «É unha técnica que non lle fai nada aos peixes, só os atrae cara á corrente», apunta Mario Gómez, director de zona de Dnota.

A la cabeza de la expedición, un miembro del equipo carga con una mochila de diez kilos que guarda un generador eléctrico. Eso le permite, a golpe de clic al botón de una pértiga, hipnotizar a los habitantes del lugar hacia esa suerte de aureola metálica que corona el artilugio. Los que entran, se mudan temporalmente a los trueles que, detrás, portan otros dos técnicos, para después instalarse en un rejón que lleva una cuarta persona. El último de la fila toma datos del fondo -si hay roca, si arena, si pizarra…-, del agua -oxígeno, temperatura, PH…-, vegetación acuática y terrestre, hidrología… Así, zigzagueando todo el curso, van vaciando el río de moradores.

¿Y cómo lograr que se estén quietos para censarlos? «Se introducen en agua con clavo». No, no de metal. Se trata de la planta con conocido efecto anestésico que relaja y tranquiliza al individuo mientras el equipo mide y pesa uno por uno los ejemplares. Finalmente regresan al cauce, donde retoman la conciencia y continúan su vida diaria.

Reos y truchas en el Mero

El lunes en el Mero contabilizaron 87 habitantes. Todo truchas y reos -dudaron de si un salmón, pero se trataba de una trucha que quería dar el pego-. Y ninguno de una entidad que mereciese un nombre propio, porque el equipo distingue a los habitantes más insignes. «A los ejemplares que sobrepasan los 50 centímetros les ponemos nombre», comenta Aitor. Fue él quien bautizó a Hulio, un espécimen de trucha -«un truchón», dice- de 66 centímetros con el que dieron en un afluente del Neira que prefieren no precisar para no dar pistas a los furtivos. Que habelos, hainos. Y con los que a veces los han confundido.
¿Buena pesca? «Razoablemente boa», dice Gómez, quien, sin embargo, hace hincapié en que los datos, así, aislados, no quieren decir nada. «Ata que non se procesen non se pode concluír nada». Y eso es algo que compete a la Xunta: saber cuántas truchas «polo río abaixo van».

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https://www.lavozdegalicia.es/noticia/galicia/2018/09/13/span-langglcantas-troitas-polo-rio-abaixo-vanspan/0003_201809E13P60994.htm